Carta del presidente: La mineria, ¿un buen vecino?

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Carta del presidente a los socios para la edición del newsletter del mes de septiembre.

Estimados socios y socias:

La minería antigua nació y creció en base a los pobladores de las cercanías donde se encontraban los yacimientos, que en esos tiempos eran superficiales y de alta ley.

Lamentablemente, esa minería antigua fue muy depredadora, en muchas zonas arrasó bosques vírgenes para usarlos como leña para derretir minerales escogidos a mano, posteriormente consumió muchos recursos hídricos y siempre ensució el ambiente con residuos no bien confinados.

En el siglo 20, con el surgimiento de la gran minería del cobre, la llegada de capitales extranjeros, que disponían de tecnología de explotación masiva, la situación empeoró, se movilizaron miles de trabajadores del Sur al Norte, se afectó la agricultura local por falta de agua, generación de polvo y descarga de residuos contaminantes.

Es evidente que hasta muy avanzado el siglo 20, la gran minería fue un mal vecino, y que afectó la calidad de vida de muchas comunidades aledañas.

Empero, las ganancias que la explotación del cobre daba para el país era ostensible, y por ello hubo una presión social relevante que permitió que el año 1971, con voto unánime de la totalidad del parlamento, se nacionalizara la gran minería del cobre y diera pie a la creación de la mayor minería estatal del mundo que es Codelco.

Empero en estos últimos 50 años, la situación de la minería, tanto estatal como privada, siguió siendo considerada como abusadora, a pesar que se adoptaron múltiples normas y leyes para proteger el entorno y las comunidades.

Hoy para conseguir aprobar un proyecto minero se requiere efectuar estudios y hacer diseños especializados y profundos, que permitan dotar a la industria minera naciente de condiciones favorables al medio ambiente, que quedan reflejadas en más de 500 tipos de permisos diferentes para cada proyecto minero.

Sin desmedro de lo anterior, hoy la gran minería sigue siendo considerada un mal vecino. No ocurre lo mismo con la mediana minería, que todavía está inserta en las comunidades y convive día a día con las comunidades agrícolas y citadinos.

Con motivo del análisis de la Política 2050 se evaluó cómo podría la minería ser convertida en “un buen vecino”. Las conclusiones mayoritarias fueron:

- La minería debe crear la “cultura del buen vecino” en todas sus acciones. Ya no basta tener lobistas y/o apoyo monetario a las alcaldías y juntas de vecinos.

- La cultura del buen vecino incluye: en lo posible minimizar el consumo de agua continental, dado que la minería puede ser rentable usando agua de mar (desalada o natural), evitar congestionar caminos con productos, abastecimientos y transporte de personal, controlar efectivamente toda la generación de polvo y derrames que pudieran salir de la zona industrial minera, evitar construir nuevos depósitos de relaves que ocupen terrenos potencialmente agrícolas.

- El buen vecino maneja adecuadamente las eventuales quejas de sus vecinos y ve forma de eliminar o mitigar los efectos adversos que su gestión implica.

Hay una historia verídica que quiero compartir…

Una empresa minera de tamaño medio a grande en Perú, que activó la política del buen vecino, al construir una industria minera en una zona agrícola-ganadera demasiado poblada, definió tener oficinas de la empresa en todos los pueblos aledaños, donde los vecinos podrían plantear sus quejas y solicitudes (contratando más de 100 empleados con experiencia comunitaria).

Un día una señora, de origen humilde, fue a quejarse que en su gallinero los huevos habían empezado a achicarse porque las gallinas se afectaban por las vibraciones de las tronaduras de la mina.

El representante de la minera asumió la queja con seriedad, anotó todo el reclamo y le indicó que tomarían acción. Antes que pasara un mes, trajo un experto avícola de una Universidad de Lima, quien llegó con un muestrario de huevos de todo tipo. Ambos fueron a visitar a la señora que puso la queja y el especialista le demostró, en forma explícita y simple, que los huevos de sus gallinas eran normales, además de darle recomendaciones de mejora alimenticia para que se endurecieran la cáscara y otros.

La señora quedó feliz que había sido considerada y feliz firmó una nota retirando la queja…

Una situación así nunca la he escuchado en Chile. Es muy difícil o casi imposible para un poblador atravesar las barreras de las grandes mineras y plantear sus quejas en forma directa y rápida como en el Perú.

La minería chilena, y sus profesionales, vale decir nosotros, deberíamos tener una visión más humanista sobre cómo manejar las relaciones con las comunidades, ojalá con enseñanzas desde las universidades, para lograr por fin ser consistentes como “buenos vecinos”.

Atentamente,
Juan Rayo Prieto
Presidente
Instituto de Ingenieros de Minas de Chile